Germán Cueto y el cuento de nunca acabar…


Autor: Luis Ignacio Sáinz

Estoy a la intemperie de todas las estéticas […] Al llegar te entregaré este viaje de sorpresas, equilibrio perfecto de mi vuelo astronómico…

Manuel Maples Arce [1].

Versátil y solvente en las artes y sus revelaciones, Germán Cueto (1893-1975) siempre privilegió a la escultura como su modo de composición esencial, desde que se lo sugiriera su maestro Fidencio Nava durante su paso por la Academia de San Carlos (Escuela Nacional de Bellas Artes, 1918-1919). Moderno por naturaleza, de inspiración cubofuturista, formará parte del estridentismo (1922-1925), grito ilustrado y libertario, fustigador de la tradición rural y animador de la velocidad y el maquinismo, émulo del Manifiesto Futurista de Filippo Tommaso Marinetti (1909). Vanguardista sin proponérselo, el corpus de su fábrica estética declara, urbi et orbi, que las más modestas materias primas pueden ser las más elocuentes. Y vaya que inventa personajes, tramas, máscaras-tramoyas-antifaces, paisajes imaginarios, laberintos sin escape. Juglar y titiritero confinado en el cuento de nunca acabar…

La suya es una empresa de rescate, a partir de desechos sólidos (alambre, lámina, madera, cordel y lata), un poco de yeso o barro, ocasionalmente bronce, soportes de tela, cartón o masonite, acuarela, óleo y esmalte. Instalado en la humildad de los medios, parirá una vasta obra cuyos hilos conductores son la síntesis, el humor, la perfección formal. Alejado de las tentaciones del mercado, atenderá de modo inalterable al espectador, concebido como dialogante y destinatario de la composición. Creía a pie juntillas en que: “La escultura, como toda obra de arte, debe ser: 1: auténtica creación; 2: sincera, honrada, expresión de un sentimiento o un pensamiento; 3: libre e inmune a todo estímulo puramente mercantilista” [1]. Su reto consiste en comunicar eficaz y eficientemente, con pocos elementos, algunos trazos, algunas siluetas, imaginaciones de volúmenes, sólidos propensos a levitar o al menos a contorsionarse, logrando un máximo de contenidos. Las formas que aborda se asumen modernas, irreverentes y lúdicas. Amante del silencio, prefiere que sus seres de fantasía hablen por él; les concede la prelación y los transforma en sus ventrílocuos.

Sus amores más profundos y fértiles los cultivará en la danza y el teatro, con singular predilección por el guignol, ejercicios que reposan en el movimiento y el ritmo. Con sus máscaras y sus títeres, el ballet La Coronela de Silvestre Revueltas, terminado por Blas Galindo, con la participación de Seki Sano y la coreografía de Waldeen (1940) y la puesta en escena Lázaro rió de Eugene O’Neill, dirigida por Julio Bracho en el Teatro Hidalgo (1933) o de su propia creación La guerra con Ventripón, comedia satírica que denuncia el belicismo, con escenografía y vestuario de Gabriel Fernández Ledesma (1937). Queda claro que su intención reside en la expresión, en establecer las condiciones y los términos necesarios para que ocurra el diálogo, la comunicación y la activación de la conciencia. Tan sorprendente y autorreferencial renovador de la cultura, más allá de las fronteras patrias, recuérdese que su estancia parisina se extiende desde 1927 hasta 1932, con un propedéutico previo en Barcelona durante el periodo 1916-1918 tras el deceso de su padre, donde su prima Marie [Gutiérrez] Blanchard [4] (1881-1932), una docena de años mayor que él, lo introducirá en la geografía de la estética moderna.

Este personaje le correrá el telón del cosmos y le convidará los secretos de los más fastuosos y delirantes viajes por la imaginación, allanándole el camino para establecer contacto con lo mejor de la intelligentsia franco-española de la época. Brillantísima compositora de imágenes en gestación que conquistará los pendones de ser la principal creadora cubista mujer, si bien asumamos que el arte como tal carece de género o, al menos, elude las trampas y simulaciones de una indemostrable identidad sexual basada en la genitalidad, será el más filantrópico de los lazarillos que hubiera podido encontrar el todavía desorientado Germán Cueto, que por alguna razón opta por el apellido materno como carta de presentación, en sintonía con su pariente.

En la medida en que este ensamblador-constructor-pepenador se apodera de sí mismo al abandonar la esclerótica Academia de San Carlos, materializará operaciones de traslación de sentido a través de sinécdoques, metáforas y alegorías, figuras que se despojan de su piel literaria para adquirir pertinencia plástica e icónica: inversión de la écfrasis (en griego, ἔκφρασιϛ, “(“descripción extendida, detallada y vívida, que permitía presentar el objeto ante los ojos”), pues será la representación visual la que describirá los conceptos con sus pasiones, sensaciones y percepciones. ¡Qué mejor ilustración que el recurso de la máscara!

Cueto clausura el ámbito de la inhibición e inaugura el gran teatro del mundo a modo   de colectiva irrupción de un frenesí liberador. La máscara alivia la tensión contenida,    que estalla como una risa desbordada. Su significado último lo encontramos en otro      lugar; su sentido es su misterio. Cuando la cara es sólo transfiguración, la máscara  es el rostro, el espejo de la interioridad [5].

 

Se le atribuye al estrambótico Lord Byron la frase: “Y, después de todo, ¿qué es una mentira? Nada más que la verdad con máscara”. No sé a ciencia cierta si expresó dicha sentencia. Pareciera irrelevante optar por una definición que hermana a la careta con la verdad de fondo, tanto como si asociamos al antifaz con la virtud de la αλήθεια, “aquello que no está oculto, aquello que es evidente”. Lo que sí podemos aseverar es que a nuestro creador le viene bien ese anonimato que confunde al pudor permitiéndonos actuar y sentir con mayor desparpajo.

El hecho es que hacedor tan conspicuo carece de antecedentes y sin embargo “no está desenraizado”, como afirmaba en algún sitio Carlos Mérida. Lo que es totalmente cierto. Allí se asoman las formas de la lejanía indígena, pero aparecen como rasgos plásticos no como señas de identidad. No son un destino, sino uno de tantos orígenes posibles, ya que si se interrogan los objetos de Cueto surgirán atropelladamente hasta las modalidades de representación de África u Oceanía. La Torre de Babel deviene inevitable. De modo que su eventual mexicanidad trasciende el jicarismo, que les echaba en cara Xavier Villaurrutia a los devotos del nacionalismo en pintura o escultura.

Su incorporación al grupo que polemiza contra el surrealismo lo acercará a personajes fundamentales de la época como Joaquín Torres García, quien fungirá de su auténtico cicerone en el mundo del arte, incorporándolo en todos los escenarios en los que solía participar. Por su intercesión se sumará a Cercle et Carré, movimiento artístico fundado por el propio creador uruguayo-catalán y el crítico Michel Seuphor en París en 1929, con objeto de promover la abstracción geométrica. Un año más tarde surgirá la revista del mismo nombre, de la que aparecerían sólo tres números [6].

 

[1] Versos del estridentista veracruzano (1900-1981) tan cercano a Germán Cueto, que forman parte del poema “Canción desde un aeroplano”, contenido en Poemas interdictos, Xalapa, Ediciones del Horizonte, 1927, p. 13.

[2] Su nombre de origen fue Kati Deutsch (Budapest, 1912 – Ciudad de México, 2000), judía hija de banquero formada en Alemania como fotógrafa, se unió al grupo de intelectuales y artistas de Bertolt Brecht (1898-1956), asumió varias de las concepciones de Lázló Moholy-Nagy (1895-1946) y fue en el taller de József Pécsi (1889-1956) donde aprendió a usar la cámara. huyóv de Hungría en 1933. Maestra indudable de las imágenes surrealistas con su Rolleiflex. Arriba a París a los veintidós años donde se afiliará en la Agence Photo y allí conocerá a Endre Ernő Friedmann (1913-1954), quien pasado el tiempo sería bautizado por Gerda Taro (Gerta Pohorylle, 1910-1937) como Robert Capa, identidad ficticia de esta pareja de creadores: él magiar, ella de ascendencia polonesa. Quedó marcada por los horrores de la Guerra Civil Española (1936-1939); se traslada a México com o refugiada o trasterrada en los barcos que facilitara el gobierno mexicano de Lázaro Cárdenas. Pionera del fotoperiodismo y cómplice creativa de Remedios Varo (1908-1963) y Leonora Carrington (1917-2011), juntas se hacían llamar “brujas” y proferían “hechizos estéticos”.

[3] Citado en Hierros y sombras: Germán Cueto (1893-1975), Angustias Freijo y Manuel González. Freijo comisarios y coordinadores, catálogo dela exposición del mismo nombre, Madrid, Galeria Freijo Fine Art, 2010, p. 9.

[4] Tan extraordinaria artista, discípula del postimpresionista Hermenegildo Anglada-Camarasa (1871-1959) y el fauvista Kees van Dongen (1877-1968), cuya obra cubista en nada demerita frente a la de su entrañable amigo Juan Gris, viene al mundo marcada por la deformidad propia de una cifoscoliosis con doble desviación de columna, resultado de una caída sufrida por la madre durante su embarazo al descender de un carruaje. Fantástico personaje a quien le dedicara Federico García Lorca su Elegía a María Blanchard, donde se declara “amigo de una sombra”, oración pronunciada en el Ateneo de Madrid poco después de su muerte (5 de abril de 1932). Cfr., Carmen Bernárdez, Eugenio Carmona, Gloria Crespo, María Dolores Jiménez-Blanco, Griselda Pollock, Xon de Ros, María José Salazar: Blanchard, Madrid, Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, 2012, 279 pp.; María José Salazar: María Blanchard. Pinturas 1889–1932. Catálogo razonado, Madrid, Telefónica y Museo Reina Sofía, 2004, 750 pp.

[5] Consúltese, Bosch Romeu, Teresa: Germán Cueto, un artista renovador, México, Conaculta, colección Círculo del Arte, 1999, p. 18.

[6] Círculo y Cuadrado dedicará sus entregas a: Pour La Défense D’Une Architecture / No. 1 (marzo 15, 1930); L’Art Réalist et L’Art Superréaliste (La Morphoplastique et La Néoplastique) / No. 2 (abril 15, 1930); Poétique Nouvelle / No. 3 (junio 30, 1930).

[7]   “Los ejemplos de música verbal del programa se decían a través de un megáfono que tenía forma de máscara de metal y que me ocultaba todo el rostro, diseñada por el escultor Cueto para la ocasión. Esa máscara estaba sujeta por un palo, de manera que podía apartarla con un simple movimiento de brazo para leer mi texto escrito. A mi derecha, a menos de dos metros, sentado delante de su russolófono recién inaugurado, [Luigi] Russolo tenía que subrayar los recitados con ritmos y ruidos diversos; lo que hizo un cello perfecto”: Michel Seuphor, Cercle et Carré, París, Belfond, 1971, p. 22. El compositor italiano (1885-1947), pionero del ruido como música y de la vertiente electrónica, asociado a futuristas y abstractos, firmó en 1913 un manifiesto conocido como El arte de los ruidos.

 

 

En su única exposición colectiva, celebrada en la Galería 23 de París en 1930, en la que intervinieron 43 creadores, con 130 trabajos, figuraban Hans Arp, Ferdinand Léger, Vassily Kandinsky, Piet Mondrian, Kurt Schwitters y Georges Vantongerloo. Germán Cueto es de los mejor representados en la muestra con 4 obras: 2 máscaras y 2 esculturas. Visitantes y curiosos a raudales, pero renuentes a comprar. La iniciativa cerraría el 30 de abril con una conferencia de música verbal y acompañamiento russolófono (Michel Seuphor: “Poétique Nouvelle”, publicada en Cercle et Carré, no. 3), donde el ponente se parapetaba tras una máscara fabricada para la ocasión por el artista mexicano [7].

En la misma Ciudad de la luz (la Ville lumière) Cueto conoció a tres notables escultores que le marcarían a profundidad: José de Creeft (Guadalajara, España, 1884-Nueva York, 1982), Pablo Gargallo (Zaragoza, 1881- Barcelona, 1934) y Julio González (Barcelona, 1876 – París, 1942). Mayores de edad que él y sin embargo habían llegado a conclusiones muy similares desde fines de los veintes y a lo largo de los treintas, en materia de simplificación del diseño, reivindicación de materiales pobres como el hierro, por ejemplo; el carácter nuclear del movimiento, el humor y los tópicos de cotidianeidad. Coincidían en desdeñar la solemnidad y sus afanes retóricos, esos que privilegian las virtudes y las abstracciones; mientras procuraban sintetizar los trazos abigarrados del neoclasicismo y el romanticismo en objetos apenas mostrándose en sus bordes delineados, figuras permeables, capilares, dadas a flotar.

Optarán por una abstracción progresiva o una figuración diluida, deteniéndose en los componentes de lo representado, subrayando su inestabilidad y nerviosismo, ya que las piezas tienden a moverse, incapaces de estarse quietas tamborilean dedos y manos, los pies marcan el tono y el timbre y en paralelo las facciones de las cabezas se metamorfosean, justo, en hatos de tics que confiesan no saber estarse quietos y en santa paz…

Las composiciones de German Cueto lograrán inducir la órexis deportiva (en griego ὄρεξις, “deseo”), competir y vencer, pues su contribución en bronce, El Corredor, a la Ruta de la Amistad, en el contexto de los XIX Juegos Olímpicos de 1968, será el alfa y el omega de las competencias por aludir a la maratón, última liza, la más heroica, que evoca la primera guerra médica entre el imperio persa de Darío I y las tropas helénicas comandadas por Milcíades y Arístides, cuando los griegos intuyendo su derrota, mandan un emisario de Atenas a Esparta para convocar su apoyo, que no se logra. Empero, el esfuerzo casi sobrehumano de Filípides, registrado en la crónica de Herodoto, al cumplir su encomienda, sigue siendo evocado… Tan soberbia y simple composición se erige en signo y marca del estadio universitario (1952), proyectado por Augusto Pérez Palacios, Jorge Bravo y Raúl Salinas Moro e intervenido por Diego Rivera al encargarse de la entrada principal, el pebetero y el altorrelieve La universidad, la familia y el deporte en México.

Frente a la tiranía de André Breton, señalada por su galicismo a ultranza y un tufillo de misoginia, los artistas interesados en la estética abstracta se guarecen en tres movimientos continuos: Cercle et Carré (1929), Art Concret [8] (1930) y Abstraction-Création [9](1931-1936). Resistencia animada por un doble motivo: comparecer como un frente cosmopolita, una fuerza internacional consciente del valor de su diversidad, y desafiar al Surrealismo a debatir en términos estéticos, filosóficos y de historia del arte. Dos exposiciones realizadas en aquella época serán decisivas para la formación de tales movimientos: ESAC (Expositors Selectes d’Art Contemporain) en el Stedelijk Museum de Amsterdan, organizada por Nelly van Doesburg en 1929 y AC: Internationell utställning av postkubistisk konst (International exhibition of post-cubist art), celebrada un año más tarde en Estocolmo, con la curaduría de Otto Gustaf Carlsund.

Al regresar a México, Germán Cueto perdería muchas cosas, la más relevante: un escenario de entendimiento natural y espontáneo con los más decisivos compositores de formas, planas o en bulto, del siglo XX. Esa comunidad de diálogo desapareció para siempre; empero, la potencia de su lenguaje no se diluiría del todo, pues todavía en 1953 cuando Henry Moore realiza una estancia en nuestro país, el eminente escultor británico lo único que desea, amén de refocilarse con los monolitos mesoamericanos, es visitar el taller del más enigmático, modesto hasta la médula, fabulador de onirismos en la vigilia fabricados con pura quincallería y residuos sólidos. De pronto recibía alguna invitación del extranjero que, atendida, solía pasar desapercibida en el mezquino e ignorante medio mexicano que ciñe su etiqueta a la inmolación propia de las guerras floridas (Xochiyaoyotl) y al característico rechazo cifrado en el ninguneo y en el “si te vi no me acuerdo”.

En su vida íntima en 1936 se separará de Lola Cueto (María Dolores Velázquez Rivas, 1897-1978), titiritera y marionetista destacada y primera mujer en estudiar en la Academia de San Carlos, donde se conocieron en sus años mozos, si bien el divorcio se finiquita hasta 1940. En ese año fatídico en que se desató la guerra fratricida española, no se olvide que Germán Cueto ostentaba la doble nacionalidad (Certificado de nacionalidad mexicana número 191 de 30 de enero de 1947), comenzará su relación sentimental con María Fernández Galán “Maruca”, aunque los esponsales se posterguen hasta el 22 de abril de 1944.

Salvo una minoría de enterados que justiprecia sus méritos y los entiende en perspectiva internacional, el muralismo y su tríada de profetas todo lo acapara sin reparar en nadie más que ellos, Orozco, Rivera y Siqueiros, sumos sacerdotes de una religiosidad estatista cada vez menos vinculada con la realidad y la historia, que concentraban los honores y las comisiones oficiales. Cueto, incomprendido por un lado y absolutamente incapaz de hacerse oír por otro, fue reducido a la docencia, refugiándose en la cruzada libertaria del guignol político y excluido de las grandes iniciativas oficiales. Nada lo detuvo, creó un Edén.

Apenas pisó suelo patrio se da a la tarea de preparar proyectos para diversos concursos; uno de ellos consistente en levantar un monumento a la gesta armada de 1910. Sobrevive huérfana una maqueta de madera. No caló en los ánimos del jurado (1935). Y así ocurrirá a lo largo del tiempo con sus propuestas, incluyendo la del Monumento a la Madre (1948).  Más tarde los hermanos Barbachano Ponce, Miguel en la dirección y Manuel en la producción, dedicarán el número 27 de su noticiero Cine Verdad (1954) al tema Escultura Moderna por Hans Beimler (fotógrafo), dedicado a Germán Cueto [Archivo Isabel Galán / Fomento Cultural del Norte Potosino, A.C.: https://youtu.be/VRqFNa3WLYk], lo que representa una auténtica joya, además de revelar la exquisita sensibilidad y cultura de sus responsables.

Su estética no encontró correlato en el México al que se reintegró en 1932, procedente de un soggiorno europeo por demás productivo. Distintas causas explican su retorno: fundamental, el deceso de su prima y patrocinadora Marie Blanchard el 5 de abril de ese año; coyuntural, el deterioro de su matrimonio con Lola Cueto que concluirá en separación y divorcio; estructural, la necesidad de intervenir en la vida política y cultural, aún efervescente, de la post-revolución. Será un exiliado en su propia tierra, como si padeciera una sentencia a la griega de ostracismo (ὀστρακισμός que viene de ὄστρακον: “cáscara de huevo” o “caparazón de tortuga”, por extensión cualquier carcaza; en este caso, un trozo de terracota con esa forma donde se asentaban esgrafiados los nombres de los expulsados de la polis, sede y cuna de la civilización). Su nombre, fama soterrada, y fábrica de maravillas, discretas, por allí estaban.

Innecesario abundar más en una biografía donde se hermanan el talento sin límites del artista con la ignorancia o envidia social y hasta gremial del significado y trascendencia de su quehacer plástico. Hasta aquí este mínimo tributo.

 

La varia invención de Germán Cueto se muestra en su esplendor en la exposición que hace el Museo Federico Silva – Escultura Contemporánea de una parte muy significativa de la colección de Fomento Cultural del Norte Potosino, A.C., empeño privado por salvaguardar bienes culturales de excepción. Completísima selección de piezas que se nos ofrecen cual festín visual y táctil de imposible comparación que ratifican que, algunas de las mejores y más sólidas iniciativas artísticas de nuestro país, incuban y toman la vida por asalto en San Luis Potosí.

[8] Theo van Doesburg publica su manifiesto con dicho nombre, dirigiendo sus baterías contra la figuración y el simbolismo. Concepción próxima a la arquitectura que enarbolaba la indiferenciación entre lo interior y lo exterior, y la necesaria desaparición del concepto mismo de “muro”. Desde 1917 a partir de la revista De stjil impulsará el neoplasticismo o constructivismo, basado en la sencillez y el equilibrio, sustentados en el lenguaje de la abstracción geométrica. Cuando introduce la línea diagonal como elemento estructural de la composición junto a los colores primarios, Piet Mondrian renunciará a formar parte de sus filas. Véase, Evert van Straaten: Theo van Doesburg: Painter and Architect, New Jersey, Princeton Architectural Press, 1996, 266 pp.

[9] Los estatutos de la asociación fundada por Jean Hélion, Georges Vantongerloo y Auguste Herbin contemplaban, en su artículo 1’, como objetivo fundamental: “la organización en Francia y en el extranjero de exposiciones de arte no figurativo normalmente llamado Arte Abstracto, es decir, obras que no manifiesten ni la copia ni la interpretación de la naturaleza”; destacando entre sus intereses la edición de la revista Abstraction-Creation: Art non-figuratif. Los creadores agrupados en Cercle et Carré se integrarían a este movimiento; entre ellos Arp, Mondrian, Pevsner, Lissitzky, Calder, Delaunay, Brancusi y González. Cinco anuarios saldrían a la luz. Después de la Segunda Guerra Mundial sus intenciones serían heredadas por el Salon des Réalités Nouvelles, promovido por Fredo Sidès.

[10] El proyecto ganador con arquitectura de José Villagrán García y escultórica de Luis Ortiz Monasterio fue inaugurado el 10 de mayo de 1949 por el entonces presidente Miguel Alemán Valdés. Rafael Alducín Bedoya (1889-1924) desde el periódico Excélsior lanzó la convocatoria en 1922, junto con José Vasconcelos, secretario de Educación Pública, y el respaldo de la Cruz Roja y la Iglesia católica, para la celebración del “Día de las Madres”, como reacción al avance del movimiento feminista en Yucatán que, en tiempos del gobernador Felipe Carrillo Puerto (1874-1924), respaldaba el derecho de la mujer a decidir sobre su cuerpo, incluyendo el uso de preservativos y la práctica del aborto; obregonista de hueso colorado, se opuso a la rebelión delahuertista siendo apresado y fusilado por sentencia de un tribunal militar en compañía de sus hermanos Wilfrido, Edesio y Benjamín, entre otros defensores de la vida institucional.