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Estanislao Contreras y el sonido silencioso de la forma


 

La práctica y enseñanza formal de la escultura en Guadalajara, capital de Jalisco, inició hacia 1953 con el regreso a la ciudad del tapatío Miguel Miramontes Carmona, quien se había ido a la Ciudad de México a tomar clases de escultura en la Academia Nacional de Bellas Artes. El pintor Jorge Martínez, recién nombrado director de la Escuela de Letras y Artes de la Universidad de Guadalajara, contrató a Miramontes para que se hiciera cargo de la carrera de escultura en la que en adelante se llamaría Escuela de Artes Plásticas. Uno de sus primeros alumnos fue Estanislao Contreras Colima.

            En su tesis de maestría, la también escultora Dolores Ortiz Minique apunta lo siguiente:

Miramontes comenzó en Guadalajara su carrera magisterial al mismo tiempo que su carrera profesional. Es indudable que gracias a su promoción se comenzó a dar impulso a la escultura en esta ciudad. Miramontes siguió, en su enseñanza, los criterios estéticos academicistas y las tendencias de la escuela mexicana. Gracias a su sólida formación académica, las generaciones de escultores que fueron sus alumnos aprendieron la pericia artesanal y los rigores del oficio; sin embargo, varios de ellos se alejaron de la interpretación realista a la llegada, en 1959, del escultor francés Olivier Seguin, quien se integró como profesor en la Escuela de Artes Plásticas. Seguin incorporó nuevos conocimientos a la praxis creadora de los estudiantes, con propuestas completamente nuevas para la cátedra de escultura, ya que este artista llegó con un bagaje de “modernidad” que se desconocía en este plantel. Con sus conocimientos acerca de las nuevas tendencias en el arte, Seguin introdujo el abstraccionismo y abrió brecha en medio de las corrientes figurativas, de tal manera que algunos de los estudiantes comenzaron a cuestionarse sobre la validez del realismo social y buscaron cambiar su expresión.

         Así pues, resultaron dos marcadas tendencias en la escultura de Guadalajara: la de imagen figurativa, copia de una visión personal del artista, y la de propuestas formales, en la que el escultor convierte su obra en expresión más que en representación. La primera de estas tendencias ha tenido —y sigue teniendo— muchos seguidores, en tanto la segunda ha contado con unos cuantos cultivadores.[1]

 

Estanislao Contreras (Zacoalco de Torres, Jalisco, 1936) fue uno de los pocos alumnos de Olivier Seguin que se apartaron del discurso nacionalista y se dedicó a explorar con distintas formas alejadas del figurativismo académico. El gusto por realizar figuras tridimensionales le viene de familia. Su papá trabajaba la cantera, así que a muy temprana edad se familiarizó con el oficio. “Más tarde me metí como ayudante en un taller de talla en piedra con un buen escultor de nombre Guillermo González, quien hacía santos en piedras y canteras procedentes de varias partes del estado. Yo siempre tuve la inquietud de entrar a la Escuela de Artes Plásticas, entonces me salí del taller y me inscribí en la escuela.”

Estanislao recuerda que de niño se encontró una pequeña pieza prehispánica redonda en un cerro cercano a Zacoalco y le llamó la atención su factura, y también le llamaban mucho la atención las formas que tenían las raíces de los árboles. “Pienso que desde ahí yo ya tenía la intención de hacer formas orgánicas. Cuando entré a Artes Plásticas, a los 18 años, yo hacía excelentes copias que nos ponía hacer el maestro Miramontes, de piezas clásicas que se había traído de la Ciudad de México. La vocación por la escultura siempre la he tenido”.

El maestro Miguel Miramontes orientaba sus enseñanzas con una tendencia figurativa y una ideología nacionalista y socialista. Estanislao dice que entonces no cuestionaba esa orientación, porque como estaba joven lo único que tenía en mente era aprender el oficio, y ni siquiera se imaginaba trascender en el arte sino que se enfocaba en hacer bien las cosas.

En aquel tiempo la enseñanza a nivel técnico de Miguel Miramontes era nacionalista y socialista. Los temas que les pedía a los alumnos eran idealizar figuras indígenas, gente pidiendo limosna en las calles, el contraste entre ricos y pobres. “Esa era la enseñanza que yo recibía”, recuerda el maestro Estanislao.

Ya había dominado distintas técnicas, y hubiera seguido la tendencia figurativa de no ser porque providencialmente, cuando cursaba el cuarto año de la carrera, cambió de maestro, con la llegada a la escuela del escultor francés Olivier Seguin, quien les enseñó la simplificación de la forma. “Más tarde, para quinto año, cambió y nos enseñó a percibir y concebir la esencia de un tema. Nos dio como tema una corrida de toros, sin anticiparnos nada. Nosotros hicimos un toro y un torero realizando un quite con el capote. 

Cuando nos revisó, nos dijo que eso no era lo que quería, sino que representáramos la fuerza del toro y la inteligencia del hombre. Nos quedamos paralizados, se nos congeló el cerebro, porque no sabíamos cómo representar eso. Eso sí te hace evolucionar, porque te mete en la mente unas posibilidades infinitas. Poco a poco le fui entendiendo”.

 

Relata que después les dio como tema a desarrollar un carnaval. “Hicimos antifaces y cosas representativas, pero él nos dijo que no quería eso sino la esencia del carnaval, como la música, el color y el movimiento; eso que está ahí pero que la gente común no percibe. A mí me gustó mucho eso porque ya más tarde, viendo los libros de la Bauhaus, me di cuenta de los cambios en la forma en la danza, el teatro, la pintura, la escultura y todas las artes. Cambié y me puse a hacer mis cosas, aunque no sabía muy bien lo que estaba haciendo ni por qué. Simplemente sentí que estaba haciendo algo que me estaba gustando, y empecé a percibir algo totalmente diferente, en lo que estaba ausente el dibujo y donde la forma era lo más importante”.

Al maestro Seguin le gustaban las piezas que hacía Estanislao, y lo animó a participar en la primera bienal de escultura en la Ciudad de México, en 1962; envió al certamen un desnudo en madera de fresno. Era todavía estudiante y obtuvo mención honorífica.

A partir de la enseñanza del maestro Olivier Seguin, lo que le llevó a percibir la forma fue cuando les pidió que desarrollaran un tema urbano; “que viéramos cómo se superponen las casas y los edificios, y lo hicimos a base de estar superponiendo volúmenes y planos. Eso fue para mí el nacimiento para entender que en la piedra, haciendo formas orgánicas y asimétricas, puedes entrar y salir. Y algo muy importante es jamás repetir las formas, que no haya monotonía, que cada forma tenga un sonido diferente, que no cause aburrimiento, y buscar el contraste”.

Poco tiempo después, por su obra “La niña y la paloma”, que está ubicada en el parque Agua Azul y que en su tiempo gustó mucho, le dieron el Premio Jalisco. Además, hay un par de obras suyas en la colección del Museo de Arte Moderno. A pesar de los reconocimientos y de que su obra aparece en varios libros de arte mexicano, Estanislao Contreras no se envaneció ni lo tomó como algo extraordinario. “Pero cuando pasa el tiempo, te das cuenta de la importancia de haber participado en el parteaguas del arte abstracto en México, y yo ni me había dado cuenta de por qué estaba ahí. Siempre me he sentido afortunado”, afirma.

Para Estanislao Contreras la escultura no es dibujo, es simplificación. “Es una forma que permite percibir la luz más que las líneas; la luz y la sombra. En ese sentido, mis formas son muy sencillas. No soy un dibujante de figura humana, sino más bien busco pensar y hacer la forma; y lucho, con el conocimiento que tengo, para encontrar la esencia del arte y de la forma”.

Luego de pensarlo un momento, agrega: “La escultura es silencio, que tiene infinidad de posibilidades formales sin recurrir al dibujo. Es simplemente como acariciar la forma orgánica o geométrica; la orgánica con el tacto y la geométrica con la vista. Es percibir las diferentes posibilidades contrastadas, de superposiciones de formas cóncavas y convexas, de formas geométricas en general. El vacío o el espacio a veces son más importantes que la forma. Percibir los espacios y el vacío muy poca gente lo logra”.

Estanislao Contreras se ha caracterizado por ser un artista discreto, trabajador tenaz pero silencioso. “Soy un escultor que no ha difundido su obra, ni he buscado la comercialización ni la promoción. Como no me conoce mucha gente, he preferido hacer obra para interiores, aunque muchas de mis piezas pueden ser para el exterior, pero dadas las dificultades económicas, he preferido hacer cosas para el interior. He hecho pocas cosas para zonas urbanas. No he tenido la oportunidad ni las condiciones de hacer escultura urbana”.

En su opinión, la escultura no tiene la difusión ni el mercado que tiene otras disciplinas artísticas porque, entre otras razones, es muy cara. Al respecto, su conclusión es clara y directa: “Se requiere que los que están en el poder tengan ese conocimiento y esa cultura para promover obras de arte. Siempre se han equivocado, y han preferido hacer escultura conmemorativa que escultura urbana”.

 Javier Ramírez

[1] Ortiz Minique, Dolores, La escultura urbana en Jalisco a partir de 1950, tesis para obtener el grado de maestría en Humanidades por la Universidad Autónoma de Zacatecas, 2006.