Seleccionar página

El castigo de Sebastián


Cuentan que Hipaso de Metaponto, culpable ante los dioses de haber revelado el secreto de la construcción del dodecaedro, pereció ahogado durante una travesía. Terrible debería ser el castigo de Sebastián, que nos muestra sin reposo el secreto de la construcción de los sólidos y, al hacerlo, nos invita a preguntar por la estructura del universo. Pero no hay en él culpa mística de pitagórico, sino humana alegría. O si, si existen culpables. Lo somos todos –el y nosotros- por este acto comunitario de asomarnos al interior del número.

Poseer la geometría ha sido siempre poseer una llave del universo, o de un poder luciferino capaz de corroer la mano que sostiene la llave. En otro sentido, puede resolverse en un juego total nacido de, y desembocado en el espejo ustorio de la mágica ciencia. Sobre todo, cuando se descubre que el número no limita, sino que libera. La entraña de los sólidos es más rica que la de los pájaros, más compleja que el laberinto de la fortuna. Sebastián los abre y escudriña con insistencia de augur. Les extrae conclusiones siempre distintas y luego nos los muestra armoniosamente destripados, tan varios e impredecibles como el destino.

Jorge Hernández Campos