Archipiélago a la vista


La mujer es fuente de creación y de belleza, tal como lo son las artes y la cultura; y aunque toda expresión artística se juzga fuera del género de su hacedor, es cierto que resulta imposible separar las características esenciales (femeninas o masculinas) de la obra de arte, a pesar de privilegiar las cualidades estéticas e intelectuales de la misma.

A esta valoración que nos permite comprender el lenguaje creativo, se suma la propia emocionalidad del espectador: lo que sentimos en relación al arte, es parte de nuestro interior, de nuestra construcción, de nuestros procesos. El arte se vincula así con cada uno de nosotros como en una sucesión de espejos del pensamiento y la percepción sensorial.

En este archipiélago de esculturas surgidas de las manos de las grandes creadoras aquí reunidas, las cuales emergieron de las profundidades de su talento y su lucidez, el espectador se convierte en un observador del fenómeno estético desde el otro lado de esos espejos, como quien asoma por una ventana hacia un paisaje.

Así podemos acercarnos a la energía cinética que modeló cada una de las piezas que componen este conjunto de esculturas para sentir la vibración de las mismas, la potencia que las pronuncia en toda su rotundidad, y la sensación de que ellas esconden un secreto que sólo es posible conocer mediante la observación constante.

La profundidad, el equilibrio de las formas, la altura y la manifestación misma del espíritu de la materia que adquiere peso y dimensiones, se suma al orden bajo el cual des lan ante la vista dentro de una línea de equilibrio que ha sido perfectamente definida por las propias Artistas y por el Museo Federico Silva.

El espacio que las rodea (ese mar de significados donde la luz y la sombra se confunden, y donde el tiempo detiene su paso) es también nuestro interior: nosotros, los espectadores, somos la marejada de emociones y pensamientos que abraza a estas esculturas; acción que, en correspondencia, nos embellece como personas.

Así, la mirada se convierte en un vaso comunicante entre el artista y el espectador, a través del cual fluye la maravilla de la creación. Estas palabras, entonces, son parte de este archipiélago; y las creadoras de estas piezas, parte de un vasto universo donde el descubrimiento y el asombro se encuentran a cada instante.

En ese sentido, la escultura es un universo paralelo, y su construcción requiere del privilegio de pensar y ver la materia circundante como artista. De aquí que uno de los grandes creadores de universos paralelos, cuya vanguardia está unida a su herencia ancestral -paradójico binomio de la Contemporaneidad-, es Pedro Martínez Osorio.

Su obra se inserta no sólo dentro de la tradición de la gran escuela de escultura contemporánea mexicana, sino también dentro de la escultura prehispánica, la escultura modernista, y la escultura atemporal. Detenernos ante estos objetos que se detentan en el espacio de la imaginación con esa cualidad de lo perfecto, es permitir la traslación de los mismos, y percibir que son dueños de su propia fuerza gravitacional cuando se insertan dentro del espacio íntimo de su observador; experiencia que nos recuerda a aquellos primeros observadores del campo estelar, del cual fueron extraídos algunos de estos testimonios de la eternidad de la creación.

Juan Manuel Carreras López

Gobernador Constitucional del Estado de San Luis Potosí