ARCHIPIÉLAGO MÓVIL: CUATRO ESCULTORAS CUATRO
Suele decirse que el Arte no tiene género, que la voz profunda del artista se desprende del espíritu y de la materia misma de la creación. Así surge la escultura, la poesía, la música y todas las artes como expresiones de lo humano, y del contacto de lo humano con la divinidad. El Arte se impone, entonces, como asombro y conocimiento.
Sin embargo, existen mujeres artistas cuya voz las distingue no sólo como creadoras, sino como Iniciadoras –así, con mayúsculas- de un universo del arte donde la femineidad se manifiesta con toda solidez, se apropia del espacio y se ejerce con las cualidades de la sensibilidad, la ternura, la energía y el erotismo.
Fineza y finalidad, delicadeza y fuerza, son líneas de tránsito por donde asoma la forma a su esencia. Ahí el lenguaje creativo adquiere una nueva dimensión: la del manifiesto del arte hecho por mujeres. De ahí que la agrupación de un conjunto de creadoras sea siempre una invocación del origen mismo del cosmos.
En este caso, la importancia de las artistas reunidas en este Archipiélago nos confirma el alto valor de su obra como testimonio de sí mismas, pero también de su condición femenina; y por ello resulta extraordinario asomarse a este encuentro con cuatro notables Escultoras de nuestro entorno: Lavín, Gurría, Láscaris y Zaga.
Ellas son referentes de trascendencia, de belleza, de poder hacedor. Las mujeres artistas aquí reunidas conforman un archipiélago que se alza en medio del océano inmaterial de la atemporalidad, para convertirse en señales de la territorialidad del tiempo: cada pieza elegida es una isla; es decir, una voz propia, sólida, coherente.
Una de las principales características de este Archipiélago es el principio cuasi femenino de la Creación pura, sin compromiso, por el ejercicio del placer mismo de crear y de transformar. En las mujeres artistas, el diálogo interior es una vastedad donde los significados son tan importantes como las emociones; pero donde lo más importante es el verbo crear.
El equilibrio entre lo femenino y lo masculino, la centralidad de la esencia estética, la simetría entre emociones y reflexiones, constituyen la propia expansión universal de las piezas que se detentan dentro del mismo, merced a la fuerza gravitacional del espíritu. Este es arte vivo y en constante movimiento.
Por ello, este Archipiélago móvil sigue desplazando las aguas que lo rodean, modificando el tiempo y el espacio en el que se mueven, y definiendo los perfiles del paisaje escultórico mexicano y mundial con el poder de la feminidad: ese que escapa del orden discursivo de la autoridad, y establece su propia norma y su propia energía como lenguaje.
Armando Herrera Silva
Secretario de Cultura de San Luis Potosí