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Un mundo paralelo

(fragmentos)


Naomi Siegmann en sus inicios, asistió al taller de Tosia Malamud. Su trabajo, visto en perspectiva, es una monumental puesta en escena cuyo montaje se ha hecho cuidadosa y detalladamente a través del tiempo. Los objetos de nuestro entorno, antes insignificantes, han sido rehechos de manera tal que parecería que se les han levantado pequeños y discretos monumentos.

El ser humano es el gran ausente (en su obra) y lo vemos, sin embargo, en cada objeto como referencia tangencial de aquello que habita en su intimidad. La presencia del otro está en cada pieza.

Se trata del espectador como personaje, aquel para quien ha sido montado este dilatado escenario y están puestos los jardines en los que deberá caminar. Ahí están sus referencias y desde ahí le entendemos y conocemos sus particularidades, a pesar de la imposibilidad de abordarle o de mirar su rostro. Las reminiscencias de ese gran ausente nos hacen caer en la cuenta de que somos nosotros mismos, las efímeras presencias humanas que acompañan la obra de Naomi Siegmann.

Por eso encontramos un Bosque portátil, pieza clave respecto de la conceptualización escultórica, en donde la síntesis formal, la potencia expresiva, el guiño con la naturaleza y el humor desbordado hacen que esta  sea una redonda síntesis de muchas de las series de esta autora. Y para explicar esta obra, es decir, para darle vida de acuerdo con el dictado de su título y que tenga portabilidad, se requiere justamente del alguien que la desplace de un sitio a otro de manera que este diminuto microclima sobre ruedas pueda llegar a nuestro lado a donde quiera que vayamos.

Su jardín personal, el de su hogar, donde ella vive y trabaja tiene un largo pasillo que nos hace visitar los espacios verdes respetuosamente mientras andamos a buen resguardo bajo un techo de curvas repetidas. La mirada se va hacia una naturaleza fingidamente salvaje. Habitada por aves, ardillas y lagartijas, esta especie de paraíso privado nace de la lava volcánica del sur de la ciudad de México. Ahí están los vestigios de las explosiones y los otrora ríos incandescentes hoy inofensivos aunque todavía de brutal presencia.

A ellos se parecen muchas de las obras de Naomi, especialmente las raíces retorcidas que ha pulido pacientemente hasta dejarlas lisas y brillantes, pero con las mismas curvas caprichosas que tardaron décadas en formarse. El esqueleto delata su origen rudo. Esos volúmenes curveados, como la veta de la madera y su color, han sido respetados.

No se subyuga a la naturaleza. Cada una de las obras de Naomi que refiere a objetos cotidianos que han sido reproducidos en madera, poseen, unos de modo más protagónico que otros, las vetas de su crecimiento y las huellas de identificación del árbol del que han nacido.

Hay un largo trabajo de investigación en cada uno de los procesos creativos de Siegmann. Una a una, las piezas que han salido de sus manos no pretenden apelar a narrativas obvias ni contarnos una historia; sin embargo, su carga expresiva es silenciosamente potente. Al estar alejadas de estridencias, tienen aún más fuerza en su engañosa sencillez.

Es claro que este involuntario alarde técnico la ha llevado a crear piezas de precisión inusual. Indudablemente una de sus características es la cuidadosa inclusión de detalles reveladores en cada una de sus obras. Los mínimos detalles que usualmente pasarían inadvertidos, son trabajados por ella quizá con mayor ahínco que el resto de los volúmenes llanos.

Esta manera de otorgarnos las pistas para seguir mirando su trabajo, se convierten al poco de observar su trayectoria en uno de los elementos distintivos de su creación plástica.

Entre los importantes aportes en la obra de Naomi Siegmann, se encuentran sus coqueteos con el arte actual y sus formas expresivas apegadas a las maneras contemporáneas de aproximaciones espaciales y utilizando estrategias de enorme solidez.

Aquí empieza un recorrido que puede durar tanto como la memoria lo permita. La mano va a la pieza en un imperante deseo de constatar que aquello real lo es por su volumen pero a la vez porque evoca el objeto al que se parece y al que desafía en su esencialidad. Se ha creado así un mundo paralelo. Está en nosotros descubrir de qué lado estamos.

Santiago Espinosa De Los Monteros